Semana de Estudios
de Derecho Financiero

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Durante los días 14 a 17 de enero de 1953, en el Salón de Actos del Instituto Nacional de Estudios Jurídicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se celebró la I SEMANA DE ESTUDIOS DE DERECHO FINANCIERO, patrocinada por la Mutualidad Benéfica del Cuerpo de Inspectores Técnicos del Timbre del Estado.

Como manifestara D. Manuel del Valle Esgueva, por aquellas fechas Presidente de la citada Mutualidad Benéfica, quienes impulsaron la creación de la entidad entendieron que las Mutualidades Benéficas, además de perseguir los fines altruistas que justificaban su constitución (entrega de un capital a los pensionistas o sus beneficiarios, en caso de jubilación o fallecimiento, concesión préstamos, etc., como expresión de solidaridad corporativa), había de ocuparse de otras necesidades de orden técnico e intelectual. De acuerdo con este planteamiento, la Mutualidad Benéfica del Cuerpo de Inspectores Técnicos del Timbre del Estado organizó, primero, concursos anuales para premiar los mejores trabajos que se presentaran por escrito (uno sobre temas generales de Hacienda y otro acerca de aspectos particulares del Impuesto sobre el Timbre); más tarde, ciclos de conferencias que dieron vida a la Semana de Estudios de Derecho que en el año 2003 cumplió cincuenta años de existencia.

El fundamento de la iniciativa y las razones que animaron a los impulsores de la Semana de Estudios de Derecho Financiero fueron expuestas en su discurso de Clausura de la I Semana por el entonces Subsecretario de Hacienda, Excmo. Sr. Don Santiago Basanta Silva:

« SEÑORES FUNCIONARIOS, COMPAÑEROS Y AMIGOS TODOS:

No es demasiado frecuente en la Administración pública española contemplar el afán de superación profesional que representa esta Semana de Estudios Tributarios, organizada por el Cuerpo de Inspectores Técnicos del Timbre, con motivo de la reunión anual de su Mutualidad. Por el contrario, en nuestra patria, si es frecuente que el funcionario ingrese por oposición, después de una dura, laboriosa y concienzuda preparación doctrinal, también es cierto que, una vez que ha ingresado y que ha pasado a prestar servicios al Estado, suele dejarse atrás un poco olvidado aquel amplio bagaje doctrinal, como el náufrago que llega a la orilla y que se apresura a desprenderse del molesto chaleco salvavidas, y al que sólo acude en muy contadas ocasiones, lo que produce, naturalmente, el resultado que, por el transcurso de los años, dicho bagaje se le ha convertido en anticuado y en buena parte inútil e inservible. Este mal del adocenamiento y de la vulgaridad contra el que laten también las palabras de don Eugenio d’Ors, al que ha aludido el señor Sainz de Bujanda, este mal de dejar correr los días sin otra preocupación que la de salir pronto de la oficina y sin otro estímulo que el del aumento de la remuneración, es un mal que, desgraciadamente, acecha en todo tiempo y en el que caen no sólo los funcionarios mediocres, sino, inclusive, algunas veces, los buenos funcionarios.
Por ello, resulta consolador ver cómo un grupo selecto de servidores de la Administración no ha querido dedicar sus ocios a hablar sólo de plantillas y de escalafones, sino que han organizado conferencias de alto valor didáctico como las que habéis tenido la suerte de oír, y que yo, desdichadamente, por mis ocupaciones, no he podido escuchar, de labios de estos compañeros Inspectores y de algún Abogado del Estado, como el señor Sánchez Torres, conferencias a las que, como final y resumen, ha hecho una magnífica síntesis el señor Sainz de Bujanda.
Si se repasa el temario amplísimo de estas conferencias, salta a la vista que no se trata de lucubraciones abstractas, extraídas fácilmente de cualquier biblioteca pública o privada, sino de problemas vivos y palpitantes que habéis abordado con altura, con rigor científico, pero también con un sentido práctico y realista, es decir, buscando, además, un criterio de eficacia.
Yo no puedo, ni tengo por qué ocultar mi gran simpatía hacia los inspectores del Timbre, porque no en balde he sido durante varios años Abogado del Estado, Asesor de su Dirección General, y no en balde también he formado, muy gustosamente, parte del Tribunal calificador de sus dos últimas promociones, que, juntas, suman más del 50 por 100 de la totalidad del Cuerpo. Puedo, pues, decir sin exageración alguna, que he visto cómo nacía a la vida pública la mayoría de estos funcionarios, y, por ello, me resulta a mí particularmente grato contemplar cómo, a pesar de los años, conservan aquellos jóvenes de entonces el mismo afán de capacitación profesional que entonces tenían, contagiando dichosamente de este ardor juvenil a toda la colectividad y dándole así un matiz de selección muy acusado que todos los Cuerpos de funcionarios desean, pero que tan sólo algunos logran conseguir.
Han pasado ya los tiempos en que estaba de moda criticar –y no siempre con justicia y moderación– vuestra labor inspectora; pero, de todos modos, yo comprendo que no es nunca grata vuestra tarea. Tenéis, como es natural, como todos los Inspectores de tributos, el deber delicado, pero atrayente y simpático de educar a los ciudadanos en el cumplimiento de sus deberes tributarios; pero tenéis también el deber, que es más antipático y enojoso, pero inexcusable, de corregir el fraude fiscal allí donde lo encontréis. La perfecta conjugación de estos dos deberes puede decirse que constituye la meta ideal de vuestras aspiraciones profesionales, a lo cual debéis acercaros día a día, sin desmayos ni vacilaciones, como sé que lo hacéis. Todo esto requiere, como es natural, múltiples cualidades de orden espiritual. Requiere, en primer término, ciencia, pero requiere también energía, prudencia, desinterés, cortesía, etc. Son muchas, pero, sin embargo, de todas ellas podéis y debéis estar colectivamente revestidos, porque, al fin y al cabo, no sois unos advenedizos formados en aluvión, sino que, a pesar de las distintas etapas que en la organización de vuestro Cuerpo han marcado los años 1932 Y 1941, todos vosotros tenéis una vieja solera de probidad y de limpieza de conducta que en todo momento vuestros jefes de antes y de ahora y, sobre todo, vuestras virtudes personales os han sabido inculcar, y todos vosotros, antiguos y modernos, de antes de 1932 y de después de 1932, tenéis el mismo espíritu de laboriosidad y de servicio.
Y nada más. Os felicito por esta brillante Semana de Estudios Tributarios que hoy clausuro con mis palabras y os pido a todos que sigáis trabajando con la misma fe y el mismo entusiasmo, porque si hasta ahora han sido excelentes los resultados obtenidos merced a vuestra labor profesional, yo espero que estos resultados se vean superados en el futuro, y concretamente en este año nuevo de 1953, en el que acabamos de entrar, que yo desearía, de todo corazón, fuera trascendental en la historia legislativa de la evolución de este viejo y siempre nuevo impuesto del Timbre, para fortalecimiento de la Hacienda pública y para recuerdo imborrable de nuestro jefe, el actual Ministro de Hacienda, al que os pido dediquéis un aplauso entusiasta, como prueba de cariño, de respeto y de gratitud.
Queda clausurada esta Primera Semana de Estudios Tributarios, que yo deseo que no sea la última, sino el preludio de otras muchas todavía mejores. »

Desaparecida la Mutualidad Benéfica del Cuerpo de Inspectores Técnicos del Timbre del Estado y su sucesora, la Mutualidad Benéfica del Cuerpo de Inspectores Técnicos Fiscales del Estado, la Fundación para la Promoción de los Estudios Financieros se constituyó con el propósito, entre otros, de asegurar la continuidad de la Semana de Estudios de Derecho Financiero que ha venido organizando desde su constitución, con adaptación paulatina a lo que en la actualidad representa el Derecho Financiero y Tributario dentro del mundo del Derecho, con reconocimiento expreso de que se han superado plenamente los tiempos en que el estudio del Derecho Financiero y Tributario parecía patrimonio exclusivo de determinados funcionarios del Ministerio de Hacienda, si bien nunca podrá olvidarse la contribución de muchos de ellos a que las citadas ramas jurídicas hayan adquirido la importancia que hoy día se les reconoce; en particular, y sin perjuicio de otros muchos, hay que dejar constancia del especial protagonismo que han tenido en la forja del Derecho Financiero dos "Inspectores del Timbre" : Narciso Amorós Rica y Fernando Sainz de Bujanda.


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