... En estos días que se aproximan, entrañablemente familiares, de
buena voluntad y esparcimiento, nos permitimos recomendar la lectura
del texto (www.fundef.org
) en el que se recogen las palabras pronunciadas [Sesión de clausura
de la XIII Semana de Estudios de Derecho Financiero (1966]) por el
entonces Arzobispo de Madrid, D. Casimiro Morcillo (Especialmente
interesantes sus palabras de defensa de la imposición progresiva).
Recuérdese que en el año 1966 ya se había realizado la gran reforma
del sistema tributario (1964) y estaba en marcha el Plan de
Promoción y Desarrollo Económico y Social.
Las palabras de Don Casimiro, dejan particularmente en evidencia,
tras el paso de más de cincuenta años, a quienes hoy en día se
autoproclaman los «descubridores» de los problemas de la «gente»
(mejor, personas, ¿no?), los campeones de la lucha contra la
desigualdad social, los postuladores -por mas sensibles que nadie-
de soluciones mágicas a cambio de un puñado de votos o del
saneamiento financiero de ciertas entidades. Entre otras
consideraciones, el Arzobispo hacía las siguientes:
«Si las leyes tributarias no obligaran en
conciencia, los ciudadanos quedarían desobligados de levantar
las cargas fiscales comunes y de cooperar al bien común en aquello
precisamente que más urge; infligirían grave daño al desarrollo del
país en que viven; y harían más pesada la carga fiscal para sus
conciudadanos, aun los más débiles, porque éstos tendrían que
suplir la parte de los impuestos que otros defraudaron al Estado,
garante del bien común. Hay, pues, que concluir que en materia
tributaria, y mientras las leyes mantengan un ponderado
equilibrio, estamos obligados en conciencia a cumplirlas y no
podemos burlarlas con la esperanza de que la Policía no descubra
nuestro fraude, pues la conciencia moral llega siempre hasta donde
llegan la justicia y el bien común»
«La redistribución ha de mirar, ante todo, el
remedio de necesidades vitales inaplazables, como pueden ser la
enfermedad, la vejez, la inutilidad física, la vivienda y otras. Así
también lo imponen la procedencia y la naturaleza de estos bienes»
«Tal concentración financiera, si se estima
necesaria, puede convenientemente realizarse, como ya se hace en
casos bien conocidos, con tal que disperse sus centros de
producción y trabajo por las áreas geográficas económicamente
débiles para que, entre su propia producción y la de las
industrias y talleres satélites, la riqueza se distribuya más
equitativa y normalmente sin provocar convulsiones como las que
siempre produce la emigración»
«... Para la comunidad internacional, las naciones
hambrientas son la voz que clama pidiendo mayor solidaridad
entre los pueblos ricos y los pueblos pobres para que aquélla se
ejerza antes que sea demasiado tarde».